Como de costumbre, muy amablemente, me invitastes a que abandonara el barco.
Me resistí, pues parte de ese barco también me pertenecía
Seis años navegando con él junto a tí, no se iban a quedar en nada.
Me pillastes por sorpresa, y de un empujón me tirastes por la borda. Ni siquiera me lanzastes un salvavidas de esperanza o ilusión, tan solo una madera vieja de recuerdos a la que poder agarrarme.
Me alejaba del barco, me alejaba de tí, no divisaba faro alguno o una orilla hacia la que nadar.
Estaba sola, rodeada de agua, rodeada de sal. Con nuestro barco en la mente sin saber hacia dónde navergar, esperando que la cordura te envuelva y me vengas a buscar.
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